El Gobernador José Calzada Rovirosa, confirmó que la federación dio a Querétaro el terreno que se ubica a un costado del Hospital Infantil Teletón de Oncología (HITO), de 100 hectáreas y con valor de mil millones de pesos, para construir ahí lo que será La Ciudad de la Salud. Proyecto en el que se espera atraer inversiones privadas de calidad internacional, que contribuyan a detonar el turismo de salud. Algo similar a lo que ocurre en Tijuana, lugar al que acuden ciudadanos norteamericanos a realizarse intervenciones quirúrgicas de calidad a un menor precio comparado con el que pagarían en su país.

Este complejo hospitalario, quedará a 15 minutos de Residencal del Parque. 


El director del Transporte Ferroviario Multimodal de SCT, Pablo Suárez Coello, confirmó que ya hay un proyecto definitivo y en este se establece que el tren en cuestión tendrá solamente una parada en Querétaro, por ahora. Será ubicada en un predio colindante a las vías del tren que pasa por la colonia Calesa, en la capital queretana. Esta colonia queda a 10 minutos o menos de nuestro fraccionamiento, ya sea que se llegue por la lateral de Bernardo Quintana o atravesando Milenio III.


Ciudad Maderas, un desarrollo  de más de 300 hectáreas, 70 por ciento destinado para el desarrollo de vivienda de clase media y media-alta, con una densidad de población de entre 40 mil y 45 mil habitantes, centros comerciales, restaurantes, un hospital americano, un cluster para empresas de tecnología y el Campus de la Universidad UCO-Mondragón, queda a 5 minutos de nuestra colonia, adelante de El Mirador y Zen House II.


El Aeropuerto intercontinental de Querétaro y la Universidad de Arkansas, en la actualidad están más o menos a 20 minutos de Residencial del Parque llegando por la carretera 57. En un futuro se espera que la Av. Constituyentes Pte., actualmente en ampliación a 6 carriles hasta El Mirador, acorte dicha distancia como acceso urbano directo hacia ambos sitios. Con esto se desahogará el tráfico local que viaja por la carretera Querétaro-México.


Los anteriores son sólo algunos ejemplos del desarrollo que tendrá el entorno de nuestro fraccionamiento. Lo cual contribuye a re-valorar positivamente en el corto plazo, la plusvalía de tu inversión. Claro, si y solo si, somos capaces de estar a la altura de las circunstancias y trabajar en mantener o mejorar lo que ya tenemos.


Si nosotros no nos preocupamos por evitar el deterioro de la colonia, el tiempo, el descuido y el medio ambiente, harán su labor para convertir lo que podría ser una colonia de gran valor en calidad de vida y comercial, en  un abandonado centro de población popular con deficientes servicios.


Con todo esto ¿Crees que vale la pena defender tu casa y tu inversión?




Piénsalo: O te sumas a la mejora o te alías con el deterioro de tu casa. 

En ti está la decisión



Fuentes:
http://goo.gl/rhjg9z
http://goo.gl/uaOmXW
http://goo.gl/ZpTFhz





Desde hace varios meses hemos trabajado promoviendo la interacción, por mutua conveniencia, de los fraccionamientos y condominios de la Región Sur-Poniente.

El principal motivo de esta iniciativa, es extender y promover la seguridad en toda esta zona, a través de la participación ciudadana activa y organizada.

Una vez lograda esta primera e importante fase de convivencia entre residentes de esta zona del Municipio de El Marqués, los beneficios del trabajo en conjunto se pueden extender hacia otras importantes áreas de interés común.

Les compartimos un interesante artículo que justifica la consolidación de una Asociación Ciudadana como la propuesta en la región Sur-Poniente y enlista algunos pasos a seguir para que juntos contribuyamos a mantener segura la demarcación en la que está construido nuestro fraccionamiento, Residencial del Parque. 

El lugar donde se ubica TU CASA...


Insumos para una gestión exitosa de seguridad ciudadana

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Flickr/Creative Commons
En el BID hemos hablado con muchos actores responsables de gestionar y gobernar la seguridad. Hemos hecho entrevistas e indagaciones, probado y evaluado diversas metodologías y programas, y realizado múltiples visitas a terreno. Y hemos realizado cinco Clínicas de discusiones con expertos, y vendrá una  sexta, que realizaremos en Ciudad de México, en la segunda semana de mayo.
¿Qué hemos aprendido en todo este proceso,  sobre cuáles serían los elementos necesarios para gobernar y gestionar la seguridad?
  1. Parta de una concepción concreta de seguridad ciudadana. Proyecte en su imaginación el tipo de seguridad ciudadana que quiere consolidar en su entorno geográfico concreto, consultando con sus asesores y con los ciudadanos.Detrás de una buena gestión de seguridad ciudadana suele haber una concepción predefinida de sus características, que le da perfil a los programas, rumbo a sus propósitos, claridad a sus hitos y metas más importantes. Por ejemplo, una seguridad ciudadana en la que los derechos sean protegidos y los deberes aplicados, donde una ciudadanía activa respeta las normas y acata la autoridad con sentido crítico. Pero hay otras miradas, según las cuales, por ejemplo, primero hay que reformar los códigos penales y modernizar las policías.
  2. Dele magnitud al problema. Para eso necesita información. Es necesario saber qué, cuándo, dónde y a quién afectan principalmente los problemas de seguridad. De lo contrario se moverá con los ojos tapados por caminos llenos de dificultades. Perderá recursos y no mejorará la seguridad. La ausencia de información confiable sobre las violencias y los delitos, es el mayor obstáculo con el que se enfrentan los tomadores de decisión para dar respuesta a la inseguridad.
  3. Hágase a una política pública de seguridad ciudadana legitimada. Impulse la discusión, diseño y elaboración de una política pública de seguridad ciudadana que responda a la concepción de seguridad ciudadana asumida. Eso le permitirá dar orden y prioridad a los problemas que le toca resolver, repasar el andamiaje institucional y jurídico con que cuenta, enlistar los actores principales,  bosquejar los programas más importantes, ponerse objetivos con calculadas cifras mínimas de logro.
  4. Haga un plan. Planifique, planifique mucho, ojala más allá del tiempo de su gestión. Eso le permitirá hacerse a una brújula y a un mapa sobre el cual moverse con ella. Sabrá qué tendrá que hacer primero y qué después, quienes serán los responsables. Tenga en cuenta que las prácticas más exitosas de seguridad ciudadana han trazado una especie de ruta ética de la gestión: primero, la preocupación por la vida, y la integridad personal, menos personas asesinadas, menos personas lesionadas, menos personas violadas, etc.; luego, en segundo lugar, la preocupación porque cada vez sufra menos el patrimonio de sus ciudadanos y de sus empresas, porque cada vez roben menos con uso de armas y de violencia y, luego que cada vez roben menos, simplemente; tercero, la preocupación por que las libertades ciudadanas no sean conculcadas y que los deberes sean cumplidos. Recuerde: planifique, con el criterio, primero, de salvar vidas.
  5. Piense en los recursos. Preocúpese por contar con los recursos financieros, humanos, técnicos y tecnológicos para alcanzar sus objetivos. La falta de recursos es uno de los grandes impedimentos para avanzar con mayor decisión en la respuesta a las problemáticas de seguridad ciudadana. Muchos alcaldes de la región, actuando con imaginación, han hecho de esta limitación una verdadera oportunidad: han hecho pactos con los ciudadanos, con la empresa privada, los taxistas, los tenderos, los dueños de establecimientos de rumba, para que, trabajando juntos, se cumplan objetivos concretos de mejora de la convivencia y la seguridad.
  6. Ajuste la institucionalidad a los propósitos que quiere cumplir. Si no tiene una oficina referente por el gobierno y los ciudadanos, de que allí, en ese y desde ese espacio, se manejan los problemas de inseguridad, cree esa oficina. Los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe ya lo han entendido desde hace rato. Han creado asesorías de despacho, secretarías, subsecretarías, oficinas especializadas. Y publicítelo. Los ciudadanos necesitan saber cuál es la oficina que responde por ese problema. La más exitosa de las invenciones latinoamericanas para la gobernanza de la seguridad a  nivel local han sido los consejos o comités  locales de seguridad ciudadana, donde todos se sientan a darle magnitud al problema que les toca atender, discuten opciones de políticas y programas, hacen seguimiento y control de lo actuado.
  7. Procure que el marco normativo le permitan avanzar en sus propósitos.Haga los ajustes que están a su alcance. De no poder hacerlo, porque no es de su competencia, anúncielo públicamente. Si no puede restringir, por ejemplo, el porte de armas en su jurisdicción, porque esa competencia es de un tercero, explíquelo bien. Los ciudadanos tienen que tener siempre a su alcancen la información de quién, con el respaldo de qué norma, hace qué cosas.
  8. Haga seguimiento constante a los programas que promueve y promocione su evaluación. Los comités locales de seguridad pueden servirle para eso, pero los observatorios también, los medios de comunicación, y sobre todo, los propios ciudadanos.
  9. Finalmente, comprometa al conjunto de las instituciones y de los actores. La seguridad no depende exclusivamente de Usted. Como bien público, es resultado de una acción de conjunto que depende de múltiples esfuerzos individuales  y colectivos, sectoriales y multisectoriales. Usted puede llevar la batuta, pero al final, la seguridad ciudadana de que se disfrute, será el resultado del esfuerzo de todos.





Un interesante artículo en el blog del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) llamado "SIN MIEDOS", revela que a mayor capital social de una comunidad proporcionalmente aumenta la seguridad.

En nuestras manos está decidir si invertimos en mejorar nuestra relación como vecinos, en función de aumentar la calidad de vida y seguridad de nuestra comunidad o continuar siendo un grupo de casas con desconocidos cohabitando en un fraccionamiento, tal cual hemos sido la mayoría de los que vivimos en Residencial del Parque.

Te sugerimos que leas el artículo y compartas con nosotros tu opinión.


La relación entre las amistades y el delito

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Cuando en los setenta, el cantautor brasileño Roberto Carlos nos deleitaba con su hit “yo quiero tener un millón de amigos”, no debe de haber imaginado que nos dejaba una inestimable pista para el diseño de mejores políticas de seguridad ciudadana.
¿Pero qué tiene que ver tener amigos con andar seguro? Aclaro de entrada: no es necesario que tu amigo sea el Chapo Guzmán. Tampoco un Cristo que esté dispuesto a dar la vida por vos. Lo que importa es, simplemente, que no te sientas solo en la vida.
Cuando las personas confían y se relacionan más entre sí (técnicamente, cuando han creado mayor “capital social”), tienen menos temor al crimen que las otras, incluso después de haber sido víctimas. Pero un estudio del BID (el mismo que me explicó por qué mi mamá sentía miedo en un barrio libre de homicidios) constató algo más: que en América latina, quienes no tienen amigos en quien confiar son con mayor frecuencia víctimas de robos.
Hay evidencia también sobre la  relación directa entre carecer de amigos y empezar a delinquir. Y entre carecer de BUENOS amigos y NO poder salir del delito. Un modelo matemático llegó a vincular el periodo de caída en los homicidios en Colombia con la suba del capital social entre los “buenos” y la baja del capital social entre los “malos”. Nuestro colega Paolo Buonanno y otros expertos han probado el significativo efecto del “buen” capital social en la reducción de delitos contra la propiedad en Italia.
El problema de la gente que está y se siente sola es una cuestión muy relevante y en general omitida en la lucha contra el crimen. No sólo en la prevención de robos y homicidios, sino también en la lucha contra el bullying en las escuelas o frente a nuevos tipos criminales contra la integridad sexual o la intimidad, tales como los que se originan en “amistades virtuales” en la web.
El mundo de los negocios ha identificado muy bien el target de la soledad. Lo revela el aumento de la construcción de pequeños apartamentos tipo estudio, la oferta de diversión y  dating para solos y solas, y  hasta el consumo de mascotas: en México, por ejemplo, la población de perros y gastos ya supera a la de niños menores de 9 años. ¿Por qué todo esto pasa inadvertido para las políticas de seguridad?
Hace falta crear más capital social, promover lazos interpersonales y de confianza donde no las hay. Esto no reemplaza a la policía, pero puede ayudar a su eficiencia. Si un problema de ruidos molestos lo puedo resolver hablando pacíficamente con mi vecino, contribuyo a que el 911 no le dé “ocupado” a quien llama porque alguien entró a su casa y apunta con una pistola a su hija.
En zonas con mayor número de hogares unipersonales, se debería aumentar la densidad de presencia policial, capacitar a los policías para una comunicación más proactiva con los vecinos, y conectarlos con los operadores de programas sociales que buscan fortalecer relaciones humanas y familiares.
“El que prescinde de un amigo es como el que prescinde de su vida”, decía Sófocles en el siglo V a.C. Hoy podría repetirlo en una reunión con vecinos cualquier buen jefe de policía comunitaria. Sería en otro sentido, pero no menos cierto que el del poeta griego.
Pueden seguir al autor por twitter @josrur

Letras que muchos no quieren ver... ¿Y tu?



Te compartimos el interesante video que produjo la organización española FUNDASENO.
Es muy corto, vale la pena que lo veas, haber qué te parece.

¿Qué cosa es la que tu no quieres ver? 
¿Qué combinación de letras no te gusta a ti?
¿Qué te parece el mensaje del video?
¿En que otro caso aplicarías el ejercicio?

Dinos tu opinión...





Si esta entrada te llega por correo, puedes ver el video en esta dirección:
http://youtu.be/NY-QL0LsTJg

Mal de muchos...



Al parecer, la violencia aparejada de la delincuencia, son síntomas inherentes al desarrollo económico y crecimiento de las zonas urbanas. Este fenómeno se ha visto en México y en toda América Latina.

Querétaro no es la excepción, en diversos rubros como el robo a mano armada, a casa habitación y de automóviles va en aumento. Es muy importante que antes de llegar a los altos índices de otras regiones, hagamos algo para contener y controlar la tendencia delictiva que ya se ha manifestado en la zona metropolitana de nuestro Estado.

En particular, la región donde vivimos, es una zona en franco crecimiento demográfico, industrial y urbano. Como ciudadanos, tenemos la oportunidad de tomar en nuestras manos el control haciéndonos partícipes y responsables de la seguridad de nuestra comunidad, dejemos el desinterés mutuo, volvamos a las bases de la convivencia comunitaria. Esa es la idea de la iniciativa City Heroes Sur -Poniente.

No lo eches en saco roto, participa, no esperemos a que la delincuencia asiente sus huestes en nuestras colonias.

Súmate al equipo de organización vecinal City Heroes, escríbenos al mail:

delparqueresidencial@gmail.com

Sé parte de la diferencia ciudadana, dejemos atrás la ordinaria pasividad de quien sólo sabe quejarse sin hacer nada...


La violencia nuestra de todos los días

Pese al crecimiento económico, la violencia urbana sigue gangrenando a la región. Mientras jóvenes varones de entre 18 y 24 años son sus víctimas y victimarios de la guerra, los gobiernos latinoamericanos aún no encuentran las políticas públicas para garantizar la paz.
En febrero pasado un adolescente de 16 años apareció amarrado del cuello a un poste en el barrio de Flamengo, en Rio de Janeiro. Estaba atado con una cadena de bicicleta, desnudo y con un corte en la oreja. Al parecer se trataba de un sospechoso de cometer hurtos en la zona, castigado con virulencia por un supuesto grupo de vigilantes y justicieros del barrio. Los transeúntes pasaban por el lado sin hacer nada, hasta que una mujer de 66 años llamó a los bomberos. Muchos la insultaron en las redes sociales por “ayudar a un bandido”. 
Es una de las tantas imágenes de la guerra urbana que azota a muchas ciudades latinoamericanas. Los ciudadanos las ven en directo (si tienen mala suerte), en los noticiarios o en las redes sociales, en una espiral que va desde el horror, la indignación y el hastío. De tanto repetirse dejan de asombrar; o peor aún: generan costumbre. 
Con el 8% de la población mundial, América Latina es escenario del 42% de los homicidios que ocurren en el planeta, según el Informe Regional de Desarrollo Humano 2014, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Una tasa superior a 10 homicidios por cada 100.000 habitantes es considerada una epidemia por los organismos internacionales. Once de los 19 países de América Latina están en esa situación. La lista la encabeza Honduras, con 91,6 muertes por cada 100.000 habitantes, seguido por Venezuela y Guatemala, con 45 y 38,7, respectivamente. En el otro extremo está Chile, con 5,4, un índice comparable al de los países desarrollados.
Las consecuencias de la violencia en las ciudades y los espacios públicos son tangibles. “Lima, alguna vez conocida como Ciudad Jardín por su relajada arquitectura de amplios jardines y patios abiertos, se ha convertido en una ciudad de rejas”, afirma Juan Mendoza, profesor de economía de la Universidad del Pacífico en Perú. “Una ciudad de rejas y muros, de alarmas y cadenas, dominada por el miedo y la aprensión”.
En Brasil una investigación realizada para AméricaEconomía por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA, por sus siglas en portugués) reveló que el gasto en seguridad creció en 70% entre 2000 y 2009. La cifra llegó en aquel año a casi US$17.000 millones, casi 1% del PIB. En el caso de la seguridad electrónica (cámaras, portones, alarmas, etc.) se llegó el año pasado a la facturación récord de US$2.300 millones. 
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Si el que puede paga, las familias con menores recursos “se organizan para vigilar sus vecindarios y poblados y administrar justicia de manera informal”, según afirma Mendoza. En casos extremos se llega al linchamiento, algo que ocurre no sólo en comunidades rurales de Perú y Bolivia, sino también en grandes ciudades como Caracas. El 5 de marzo de 2009 un grupo de personas en el sector de El Valle capturó a un supuesto violador, matándolo y prendiéndole fuego en la vía pública. El cuerpo carbonizado de Yorbeni Barrios, la víctima (¿o victimario?), puede ser visto en internet. Es un caso aislado, pero alarmante. Algo grave está pasando.
Las raíces. ¿Cómo se explica que, pese al crecimiento económico, la reducción de la pobreza y de la desigualdad, la región siga cargando con esta violencia endémica? El informe del PNUD apunta a un mayor número de familias monoparentales, el embarazo adolescente y la deserción escolar, entre otros factores. Más de la mitad de los jóvenes latinoamericanos no termina la secundaria “para trabajar y sustentar familias precoces y para tener acceso a bienes de consumo”, señala el sociólogo Julio Jacobo Waiselfiz, coordinador del área de estudios sobre violencia de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO. Brasil tiene la tercera mayor tasa de deserción escolar entre las 100 naciones con mayor nivel de desarrollo humano del mundo: 24,3%, apenas por debajo de Bosnia Herzegovina.
Todo lleva a pensar, entonces, que la epidemia tiene por protagonistas a un ejército amorfo de jóvenes pobres, fuera del sistema educativo y con acceso fácil a armas y drogas ilícitas. La guerra contra el narcotráfico, lejos de alejarlos de él, los ha acercado.
Del otro lado de la ecuación está un sistema penal fracturado y precario. En muchos países el circuito policía-justicia-cárceles está completamente superado por la magnitud del problema, paralizado por la burocracia y la corrupción. Según la Asociación Brasileña de Criminalística, el índice de resolución de delitos oscila en el país entre 5% y 8%. En EE.UU., en el caso de los homicidios, llega a 65% y en Francia, al 80%.
Para Mendoza, de la Universidad del Pacífico, “el crecimiento del crimen y la delincuencia se debe a la decisión de facto -de este y los anteriores gobiernos- de abandonar a su suerte a la población”. El académico apunta “a una fuerza policial a dedicación parcial con remuneraciones equivalentes a un tercio de las observadas en los países vecinos”. Pero, sobre todo, a un Estado que no ejerce “el más mínimo liderazgo en la centralización de la provisión de seguridad”.
La correlación entre número de policías y niveles de violencia no parece fácil de establecer a primera vista. Guatemala y Brasil, dos países en la parte alta de la tabla, sólo en materia de homicidios tienen apenas 178 y 156 policías por cada 100.000 habitantes. El Salvador, más violento que ambos, tiene 343, incluso más que Chile. Uruguay, con bajos índices de criminalidad, tiene más de 800. ¿Necesitará tantos?
Las cárceles, que debieran ser parte de la solución, se han convertido en un problema de proporciones. Tómese el mismo caso de El Salvador, con 26.568 personas detenidas en tan sólo 27 penales. Es la segunda mayor tasa de encarcelación de América Latina, y la con niveles más dramáticos de hacinamiento. “Los penales son las mejores universidades del crimen”, dice Luis Felipe Calderón, profesor de la Escuela de Negocios ESAN de Perú. “Ante la sensación de violencia, los demagogos lo que han hecho es promover mayores penas y menores beneficios carcelarios, con lo que la población penal ha crecido mucho”. 
Sólo en Brasil, con una población penal de 500.000 personas, uno de cada tres presos tiene entre 18 y 24 años, según datos del Instituto Avante Brasil. Así, un joven que cae en prisión por microtráfico, entra en un circuito del que le resulta prácticamente imposible salir.
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Violencia estructural. Que la violencia urbana es un rasgo de nuestras ciudades resulta irrefutable. Sin embargo, queda la interrogante de si ésta ha aumentado o disminuido, o simplemente se ha tornado más visible. 
“No tenemos datos certeros y ese es un severo problema, pues la información no es del todo confiable para hacer un análisis preciso de transformación cuantitativa de la violencia y el delito”, señala Jaris Mujica, investigador principal del Laboratorio de Criminología Social del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. 
Mujica señala que en Perú existe “una gran concentración en un número limitado de delitos que parecen no estar relacionados directamente con el crimen organizado o con el desarrollo de sistemas criminales complejos, sino con la violencia estructural, el pequeño delito, la violencia cotidiana”.
En Chile, tras el regreso de la democracia en 1990, se vivió una verdadera sicosis de victimización, estimulada por titulares espectaculares en los medios y unos políticos interesados en alimentar el discurso del temor. Se habló de unos jueces blandos y compasivos con los delincuentes y de una criminalidad fuera de control. Desde entonces la situación ha cambiado. 
“El porcentaje de delitos contra la propiedad que las víctimas califican de violentos se ha mantenido estable en el tiempo, y asciende a sólo el 20% de los delitos reportados”, señala Catalina Mertz, director ejecutiva de la Fundación Paz Ciudadana, en base a encuestas realizadas por la misma organización. “La tasa de homicidios se ha mantenido estable en los últimos años, y sólo alrededor de un tercio es cometido con armas de fuego, también sin mayores cambios en los últimos años”.
El caso colombiano es significativamente ambiguo a este respecto. Según datos de la Presidencia de la República, los casos de homicidio se redujeron 8% en 2013, al registrarse 14.782 asesinatos, en contraste con los 16.033 de 2012. El secuestro, uno de los delitos que hicieron famoso al país en las décadas anteriores, bajó 4% en 2013. Sin embargo, según el Informe del Centro de Seguridad y Democracia de la Universidad Sergio Arboleda a noviembre 2013, las lesiones personales crecieron en 24%, y el hurto (predominantemente robo de celulares) aumentó 36%. Son las cifras más altas en los últimos 11 años.
¿La política cuándo? El modelo hipercentralizado de seguridad de Chile, con dos cuerpos policiales nacionales, uno militarizado (Carabineros) y otro civil (PDI), estaría rindiendo en términos de estabilizar o incluso disminuir las cifras de violencia. Mertz destaca “tasas relativamente altas de resultados judiciales de calidad en delitos violentos”. Otra cosa son los delitos menores, el hurto en la vía pública (esos tentadores celulares) o el asalto a los domicilios.
En Colombia, en cambio, la realidad y la historia se conjugan en un cuadro más complejo, ejemplificado en el caso de Medellín, donde los homicidios cayeron de 1.139, en 2012, a 856 el año pasado.
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“Medellín tiene un modelo dual de seguridad”, afirma Fernando Quijano, director de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, Corpades. “Lo ilegal armado se convierte en un elemento importante en la seguridad de la ciudad. Aquí la criminalidad cogobierna”.
Se refiere a las llamadas “Convivir”, bandas criminales conformadas en su mayoría por paramilitares que no se desmovilizaron. “Son la mano oscura del Estado”, dice Quijano. “Manejan el control de una manera importante en las comunas”.
El saldo de esta política no oficial es escabroso. Según numerosos documentales y artículos de prensa, se ha hecho común la práctica de enterrar cuerpos para que no entren en la estadística. Sólo en enero pasado 13 personas murieron en los hospitales después de ser heridas, pero no fueron reportadas como homicidios. “Si una persona aparece muerta en las aguas del río Medellín, en una calle, es una muerte por establecer”, afirma Quijano. “Pero también hay las que son heridas y mueren días después en el hospital y aparecen como deceso por insuficiencia respiratoria”. 
El experto destaca el llamado “Pacto del fusil”, un acuerdo entre las bandas más peligrosas de la ciudad (“los Urabeños” y “La oficina” del Valle de Aburrá) en julio pasado. “Acordaron no matarse entre ellos”, dice Quijano. “Coordinar operatividad y repartirse territorios para extorsionar, traficar y delinquir”.
Ya había ocurrido otro similar hace una década, protagonizado por el célebre líder paramilitar don Berna. Al punto que el período de la paz relativa que le siguió se le denominó “bernaísmo”.
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Atacar la raíz. Para Catalina Mertz, de Paz Ciudadana, “la delincuencia es un fenómeno altamente complejo y multicausal, que no puede ser explicada por algunas pocas variables y métodos cuantitativos tradicionales”. De hecho los expertos aún no llegan a un mínimo consenso para explicar el drástico descenso de las cifras delictivas en EE.UU. durante los últimos 20 años. ¿Fue la “tolerancia cero” y la expansión del sistema penitenciario? ¿Fue el auge económico? ¿O, como sugieren los economistas Steven Leavitt (Universidad de Chicago) y John Donohue (Yale), una de las consecuencias de la legalización del aborto sobre las cohortes posteriores a 1992?
Por todo lo anterior, el combate y prevención del delito mediante políticas públicas han resultado un quebradero de cabeza para los gobiernos de la región. Para Carolina Mertiz, lo fundamental es tratar “de hacer valer la ley y utilizar el sistema de persecución penal de forma costo-efectiva”. Eso además de “diseñar espacios y productos de tal forma que dificulten el accionar delictivo”. 
No es casualidad que las cifras de homicidios sean menores en Chile, Argentina y Uruguay, países donde es relativamente difícil conseguir armas. Chile implementó el año pasado un programa para estimular la entrega de armas en poder de la población civil, dependiente del Ministerio del Interior. Brasil aplicó varias campañas similares en la década pasada, pero fueron perdiendo ímpetu en la población. Muchas armas entregadas a la Policía Federal volvían a la calle. Un referéndum para prohibir el comercio de armas, convocado durante el gobierno de Lula, fue rechazado por 65% de los votantes. Los últimos intentos de reactivar el tema han mejorado los incentivos monetarios y los aspectos prácticos de la entrega.
En Rio se han habilitado las llamadas Unidades Policiales Pacificadoras que intervienen de manera cuasi militar en las favelas emblemáticas; en Medellín se ha pactado extraoficialmente con los grupos delictivos. Casi todas las policías están aplicando tecnologías para mejorar su operatividad. Pero existe también un amplio espacio para levantar programas sociales de largo plazo que ataquen sus variables de origen: pobreza, exclusión, racismo, el vínculo entre armas y drogas ilegales. Tal vez no falten más cárceles, sino mejores cárceles; no más policías, sino policías mejor pagados y entrenados. Los gobiernos latinoamericanos han aplicado con éxito programas de transferencias monetarias condicionadas, pero no hay ninguno enfocado exclusivamente a los jóvenes. Piense en un padre soltero de 16 años, viviendo con una madre trabajadora a la que apenas ve, en la favela de Alemão, o en el barrio La Candelaria, en Medellín. Piense en los 61 jóvenes venezolanos muertos en octubre pasado durante un motín de la cárcel de Uribana, en Barquisimeto.

Mientras tanto, la guerra continúa.

Fuente: http://www.americaeconomia.com/revista/la-violencia-nuestra-de-todos-los-dias
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